Mi cuñada es extremeña, nacida en Villafranca de los Barros, Badajoz. Por eso estoy familiarizada con los parajes, paisajes y paisajanes de esta provincia española que sigue siendo, y creo que no es una frase hecha, una de nuestras grandes desconocidas. Y sin embargo, si eres de los que gustas de lo poco obvio, de la naturaleza en estado puro (ay ese parque de Monfragüe...) del beber y el comer, te lo vas a pasar estupendamente por estas merindades. Dejo a los cronistas de viajes hablar de las otras cualidades extremeñas, de sus pueblos, ciudades y monumentos (Trujillo, Guadalupe, Cáceres, Mérida, Almendralejo, Yuste, Plasencia, Alcántara… y eso sin pensar, solo lo que viene a mi cabeza en un primer momento) y creo que no voy a descubriros a estas alturas las dehesas extremeñas y sus delicatessen ibéricas. Es decir, voy a centrarme en mi fuerte: el vino, que sí que creo que sigue teniendo etiquetas incorrectas en la mente de muchos de nosotros.
Retomando el comienzo de este post, mi cuñada es extremeña y por eso en las mesas de mi familia periódicamente aparecían, por un lado, las perrunillas (unas hermosas pastas que nunca definiría de té, sino más bien de café con leche "pa mojar") y por otro, algún tinto extremeño, del que no diré el nombre, pero que era tradicional hasta las cachas, con su mallita dorada y todo. El vino recordaba muchísimo a los Valdepeñas de antaño: cálido, sobre amaderado, viejuno, alcohólico... de esos que si sufres de esofagitis, como es mi caso, recuerdas durante todo el día en un punto exacto de tu cuerpo: la boca del estómago. Corrían los principios de los 90 y eran los vinos que se hacían en ese momento, nadie se había planteado darle un giro a estas denominaciones, que habían asumido su rol de zonas cálidas cooperativistas y en las que hacer algo diferente era impensable.
No seré yo quien niegue el brillante pasado vinícola de la zona, solo hay que pasearse por los yacimientos emeritenses para comprobar que estamos ante uno de los viñedos más antiguos de la península ibérica. Y eso está muy bien, pero había que darle una vuelta a sus vinos y entrar en el siglo XXI con un vino de su tiempo. Por suerte, y dentro de un movimiento en el que les englobo con los nuevos vinos manchegos, algunos enólogos y bodegueros apostaron por girar el calcetín. Y hay que mostrar el resultado, porque es muy bueno, aunque el consumidor, en muchos casos, todavía tenga en mente los vinos de pitarra cuando piensa en Extremadura.
Entre los "entendidos", se habla de Extremadura como del Alentejo español, una zona por descubrir, muy parecida en uvas, clima y suelos a su vecino portugués, con un potencial innegable que aún no ha terminado de explotarse como dios manda, pero que esperamos que florezca de un momento a otro. Mientras, hay que alabar las labores de la única denominación de origen vinícola con la que cuentan, Ribera del Guadiana, una DO jovencísima (nació en 1996), que ha sabido adaptarse a las necesidades de sus bodegueros, muestra de lo cual es que el grueso de las bodegas extremeñas esté acogido a la misma, aunque también encontremos otras fuera de DO (Vino de la Tierra de Extremadura) muy interesantes. Dentro de D.O., seis comarcas vinícolas ven nacer sus vinos, dos en Cáceres (Cañamero y Montánchez) y cuatro en Badajoz (Ribera Alta, Ribera Baja, Matanegra y Tierra de Barros). Encontraremos muchas variedades de uva foráneas, que se adaptaron muy bien y aportaron otros perfiles. Mis favoritas, la chardonnay para blancos y la syrah en tintos. Y junto a ellas, desde hace menos tiempo, el interés por recuperar cepas autóctonas de uvas poco conocidas: blanca cayetana, alarije, jaén tinta, montúa, pardina, eva o las más ”normales” garnacha tintorera, macabeo, monastrell o pedro ximénez.
Recuerdo con mucho cariño esa primera “nueva oleada” de vinos extremeños. Yo estaba trabajando en Vivir el Vino, una editorial íntimamente vinculada a esta tierra de conquistadores, dirigida en aquel entonces por Jesús Flores, un auténtico “extremeño por el mundo”. Las primeras catas que me sorprendieron fueron los Puerta Palma de Marcelino Díaz, los Romale, los Payva… en seguida llegaron los Palacio Quemado de Alvear (sus viñas son las que ilustran este post), Pago Los Balancines, Valdueza, Carabal, y el Habla, que con su preciosa botella y estupendo contenido, consiguió transmitir una imagen potentísima del vino extremeño. Entre ellos seguía habiendo vinos de corte clásico y otros que ya no lo eran, por dentro y por fuera. Pero todos aportaban un perfil de frescura, calidad y de aires nuevos. Eso es lo que encontraréis en la nueva era extremeña: vinos con empaque, placenteros y honrados, adaptados a los tiempos que corren. Porque por suerte, han sabido dar los pasos acertados para recolocar Extremadura en el nuevo mapa del vino y están en elcamino de convertirla, por fin, en algo más que una promesa. Algunos de ellos (Balancines, Carabal, Valdueza…) se han asociado en un proyecto muy bonito de Vinos Singulares, a través del que dar a conocer los parajes que dan vida a sus particulares vinos. A continuación, encontraréis las catas de los vinos extremeños que he catado últimamente y que me han gustado especialmente. He elegido una selección de vinos de gama media, para entrar en este universo extremeño sin grandes sobresaltos en la tarjeta, ninguno supera los 10 euros. Espero que os enamoren y os animéis después a probar los gama alta de estas bodegas.
Blanco Huno White 2015. Bodega Pago los Balancines. Do Ribera del Guadiana.
100% Chardonnay.
LLevan ya diez añadas en el mercado, y desde el principio, esta bodega situada en Oliva de Mérida,Badajoz, se ha diferenciado por la calidad y la preocupación por romper estigmas de zona, que haberlos, haylos. Ahora, en conmemoración de esa década vínica, lanza dos nuevas referencias más informales y económicas: Huno Blend y Huno White. Un blanco y un tinto para todos los bolsillos, con un estilo moderno, de facilidad de trago y narices aromáticas en un perfil muy positivamente comercial. Lo que más me gusta de esta bodega extremeña es la frescura que consiguen en sus vinos, sabiendo de la calidez habitual de estos parajes. De estas nuevas referencias, aunque encontraréis los apuntes de cata de ambos vinos, el que más me ha sorprendido y con el que he disfrutado muchísimo ha sido con el blanco. Tenéis que probarlo.
Mis apuntes: un blanco extremeño que enamora. Sí, señor. Es muy completo, con aromas florales, incluso alguna miel fruto de su trabajo con lías en roble francés, frutas "fresquitas" como el níspero y el albaricoque... Pero lo que me cautiva es su paladar: muy frutal, te llena la boca y te hace salivar, te quedas con ganas de darle más tragos, con todo muy bien integrado y con personalidad. Por eso es ideal para tomártelo por copas, aunque cuidado, que se bebe con mucho gusto y luego ya se sabe.
Cuándo tomarlo: Está en un momento excepcional y podrás disfrutarlo también perfectamente al año que viene.
Con qué tomarlo: Con una cremosa torta del Casar, con un arroz caldoso, con sushi... es muy versátil.
Cuánto cuesta: Sobre los 8,50 euros
Tinto Huno Blend 2014. B. Pago los Balancines. DO Ribera del Guadiana. Garnacha tintorera, syrah, tempranillo, cabernet sauvignon, graciano.
Definido por la bodega como la "esencia" de los Balancines, es una visita en forma de vino a sus viñedos, ya que es una mezcla de las principales variedades de uva con las que cuenta este pago. Cada año varían procentajes y uvas, al igual que tiempo de crianza, para ofrecer una "polaroid" de cada cosecha en Balancines.
Mis apuntes: Esta primera "instantánea" nos muestra un tinto con cuerpo pero no "mazado", donde destaca su frescura, tan de agradecer en esta zona. Marcado por la floralidad de la syrah, que a mí me lleva al mundo de la lavanda, de la violeta, también encontraremos en él fruta roja y negra, esa pimienta tan típica de la graciano y toques herbáceos de la cabernet. Todo ello en un buen conjunto sin aristas.
Cuándo tomarlo: Desde ya hasta dentro de 2-3 años.
Con qué tomarlo: Aguanta bien un guiso de carrillera ibérica, por ejemplo
Cuánto cuesta: Sobre los 10 euros
Tinto Habla La Tierra. Bodegas Habla. VT Extremadura. Tempranillo,cabernet sauvignon, syrah y malbec.
Recién llegado a la familia Habla,es la puerta de acceso, el vino más sencillo de esta casa, y también el más económico. Una forma de introducirse en este mundo donde los vinos "hablan" y que es un homenaje al primero de los cuatro elementos (porque sí, prometen otros 3 vinos: aire, agua y fuego). Me encanta cómo cuidan la botella, como el "abrefácil" de su cápsula, que para aquellos que como yo, somos un desastre, puntúa en positivo.
Mis apuntes: fresquito en nariz, con notas de fruta roja algo verde, como moras y fresitas, que dejan paso a su lado "cabernet" bien entendido: herbáceos de monte sobre todo (tomillo, lavanda). Tiene al final un recuerdo mediterráneo, más dulzón, como de higo, que me gusta especialmente. En boca la cabernet manda en un principio: es un tinto fresco, largo, de buen esqueleto, con mentoles y especias jugando en la misma liga y al que se le suma un final de fruta roja más madurita que en nariz. Te hace salivar y aunque aún tiene un tacto un poco áspero en boca (lo que nosotros llamaríamos tanino secante, y que procede tanto de la parte "leñosa" de la uva -el hollejo y el raspón-, como del roble de su crianza en barrica, en este caso, de 4 meses), su fantástica acidez lo equilibra y lo hace muy placentero.
Con qué me lo tomo: Con un secreto de cerdo ibérico acompañado de una mermelada de higos o de mora, a elegir.
Cuándo me lo tomo: Desde ya, aunque dentro de 2-3 meses estará perfecto y lo podrás tomar hasta 2 o 3 años después.
Cuánto cuesta: 6,5 euros.
Palacio Quemado La Zarcita 2014. Alvear. VT Extremadura. Tempranillo, Syrah y Cabernet Sauvignon.
Palacio Quemado es la “delegación” extremeña de los cordobeses de Alvear, famosos por sus Montilla-Moriles. En esta ocasión os hablo de una de sus últimas creaciones, un tinto honrado, facilísimo de beber y muy bien de precio. Con ocho meses crianza en roble francés, cultivado de manera orgánica y con una etiqueta limpita y moderna, me parece una compra más que atractiva.
Mis apuntes: Tiene esas notas florales y de fruta confitada propias de la agradecida syrah, mezcladas con la fruta roja de la tempranillo y los herbáceos refrescantes de la cabernet sauvignon, creando un conjunto que ganará con un poco de botella pero que ya es muy disfrutón.
Cuándo tomarlo: Desde ahora hasta dentro de unos 4 años
Con qué me lo tomo: Atún rojo a la parrilla
Cuánto cuesta: Sobre los 8 euros.
Tinto Carabal Rasgo. B. Carabal. Ribera del Guadiana. Cabernet Sauvignon (42%), Tempranillo (18%), Syrah (40%)
Es el sueño del arquitecto Antonio Banús por construir una bodega en un espacio natural, una reserva cinegética en la que ha recuperado el pasado vinícola de la finca con la replantación de 55 hectáreas de viñedo. En plena Sierra de Guadalupe, el prestigioso asesor y enólogo Ignacio de Miguel, ha creado una gama de vinos muy interesantes, del que Rasgo es el hermano pequeño, el más alegre y desenfadado.
Mis apuntes: Encontraremos muchos aromas a fruta roja bien madurada, con unas características hierbas de monte que me encantan (salvia, mejorana). Pero sobre todo me gusta su boca, muy redondita y fresca, con sus mentoles fruto de su crianza en barrica (unos 5 meses) y un final de pimientas que lo alarga.
Cuándo tomarlo: Está en un buen momento, no esperes más.
Con qué me lo tomo: con unos embutidos ibéricos extremeños.
Cuánto cuesta: sobre los 6 euros.
Tinto Valdueza 2014. Marqués de Valdueza. VT Extremadura. 53% de Syrah, 29% Cabernet-Sauvignon y 18% Merlot.
Firmado por el “enólogo volante” Dominique Roujou de Boubee, que ha sabido interpretar muy personalmente la tierra de esta bodega, recuerdo que la primera vez que lo vi, me llamó la atención su preciosa etiqueta, una ilustración de un mirlo. Con sus tonos morados, me pareció muy acertada cuando luego lo que te encuentras al meterlo en nariz es un vino con muchas notas de ciruelas y moras en licor. Vamos, todo muy morado.
Mis apuntes: Es un tinto potente, con mucha especia y tonos ahumados de la madera, en un perfil intenso, maduro. Si soy sincera, me gustó más hace algunos años, cuando éste era el perfil de vino de moda, que ahora. En este momento me cansa un pelín su terrosidad, su tacto de boca algo rugoso. Aun así, es un grato ejemplo, con mucha identidad y una buena acidez que se agradece.
Cuándo tomarlo: De aquí a 3 ó 4 años
Con qué me lo tomo: En esta época otoñal, me apetece probarlo con un guiso de níscalos, ¿y a ti?
Cuánto cuesta: Sobre los 8 euros.
La BSO: Porque a veces hay que arriesgarse y probar algo nuevo. Como estos blues del Delta... de Úbeda. Ahí es ná. Escuchadlo y luego me decís. No se puede tener más arte.