El Mirlo Blanco de Madrid

Recuerdo cuando era pequeña mi asombro al decirme mi hermano que aquel pajarucho negro de pico anaranjado, era un mirlo. Y es que tanto había asociado este pájaro al refrán del mirlo blanco, que había eliminado la realidad de la ecuación. Sí, los mirlos son normalmente negros y lo excepcional es encontrar uno blanco. Pero aquí lo tenemos, y no solo por su nombre. Y es que los de Valquejigoso (cuya imagen es un trébol de cuatro hojas, tambien algo excepcional en la naturaleza), lo han vuelto a hacer. Han creado un gran blanco, diferente, que sorprende, con una elegancia y personalidad que te deja atónito. Y en Madrid. Toma ya.  Mirlo Blanco sabe transmitir el paisaje en el que nace, una dehesa pródiga en jara y alcornoques, en la que vegetación silvestre, cepas y animales viven en armonía. 

Aurelio García, enólogo de la bodega, decidió arriesgarse a plantar, en una pequeña parcela de menos de dos hectáreas de suelo arenoso y profundo, situada en la parte más fresca de Valquejigoso, un jardín de variedades blancas. Así que lo llenó con la local albillo real, junto con la viognier y la sauvignon blanc. Y de ahí surgió  su "Mirlo Blanco", un coupage perfecto en el que se preserva la identidad del suelo pero al que se le añade longevidad. La sorpresa llegó cuando el resultado transmutó, a mayores, en un vino con una complejidad extraordinaria. 

 

Mirlo Blanco 2015. B. Valquejigoso. DO Vinos de Madrid. 65% Albillo Real, 20% Sauvignon Blanc, 15% Viognier. 

Frente a la 2013, primera añada de este Mirlo, en este 2015 Aurelio ha preferido aumentar considerablemente la proporción de la albillo real, la uva más local del coupage, subiendo del 40 al 65 %. También ha rebajado la estancia en barrica (de los once meses de la añada anterior, a los 8 meses de ésta). Se crían por separado y tras cata, decide qué proporción llevará de cada uva y, ya ensamblado, lo trasiega a un depósito de hormigón con forma de huevo. Con ello consigue que las lías vayan cediendo sus virtudes al vino, que gana así en estructura y untuosidad, permitiendo al tiempo que el suelo se exprese con libertad.

Tras un año de crianza en el huevo de hormigón, se embotella y se guarda en la bodega dos años más, hasta que se ponen a la venta las, en este caso, 2. 200 botellas de Mirlo.

 

Mis apuntes de cata:

Es un vino muy entretenido, de esos que me gusta tener en la copa mientras charlo o veo un capítulo de una de mis series favoritas... porque tiene un sinfín de registros, que como en una sinfonía, se van desgranando, sucediéndose, trasponiéndose, cediéndose unos a otros su protagonismo. Así, yo encontré, frente a la añada anteriro, un lado algo más silvestre, con mucha jara e incluso romero en flor, conjugado con notas de membrillo, de cítricos maduros como el pomelo y un fondo de crema inglesa de limón, suave y envolvente. En boca es untuoso, largo, cremoso, con un ligero amargor al final que le da estructura, y esa fina acidez cítrica que te da la vida. Todo ello muy bien compensado en un conjunto de una elegancia y complejidad asombrosa.

 

Cuándo me lo tomo: No seré yo quien en estos tiempos inciertos, te diga que guardes algo. Vive la vida al minuto, pero si quieres, Mirlo te esperará. Es un vino longevo, con mucha vida por delante.  

Con qué me lo tomo: Yo elegí una tabla de quesos franceses cremosos, intensos, con una cierta curación. Cualquier plato que juegue con los lácteos le va que ni pintado.

Cuánto cuesta: 45 euros.

La BSO: Me parece un clásico contemporáneo, como mi querido Rachmaninoff, con carácter cuando hay que tenerlo y dulzura cuando se debe de tener.