Dominio de Tares Cepas Viejas 2014 Magnum

El Cepas Viejas de Dominio de Tares fue la puerta de entrada de muchísimos consumidores al Bierzo. Corrían los primeros dosmiles y hablar de mencía, del Bierzo, era una rareza propia de frikis del vino (o eso, o eras de allí, o acababas de venir de allí). Los tintos de esta zona hasta finales de los noventa, respondían a la imagen de unos vinos ligeritos, ácidos, sin mucho que contar, hechos para tomar en el año, vinos de cosechero para un bebedor muy local. Por suerte, llegó una nueva generación de enólogos dispuestos a recuperar el terruño y demostrar la valía de su uva también en el largo recorrido. Para ello buscaron -en vez de la fertilidad de las viñas del Sil con las que se elaboraba hasta ese momento- viñedos viejos, poco productivos, a altura, de los que extraer la esencia berciana. Así empiezan a sonar bodegas como Tares, Pittacum, Beberide, Tilenus, Peique, Corullón... nombres como Raúl Pérez, Ricardo Pérez Palacios... Fue un momento maravilloso, ilusionante, efervescente, con el surgimiento de los nuevos bierzos, que pronto llamaron la atención del "ojeador" Parker. Vinos plenos de identidad que sacaron lo mejor de esta variedad que había sido criticada de simple. En ese momento aparece este Cepas Viejas, con primera añada en el 2000, un vino a muy buen precio que pronto empezó a escucharse por todos los lados. Era el vino de los cuñados, el vino introductorio para otros más complejos... y caros.  Pero, como ya nos conocemos y forma parte de nuestro adn lo de irnos a los extremos, comenzó el reinado de unos vinos tan estructurados, con tanta extracción, madera y... de todo  que, en algunos casos, "nos pasamos de rosca", tornando los vinos en difíciles, cerrados, alejándolos de los consumidores. Ese reinado ya acabó y desde hace unos años volvemos a buscar un perfil más fresco, frutal, con menos madera y más uva, pero con identidad, con rasgos personales. Sí, lo que viene a definirse como equilibrio. Rafael Somonte, enólogo de Tares desde hace algo más de dos años, nos presenta la primera añada del Cepas Viejas elaborada al cien por cien por él, un vino en esa línea de frutosidad, inmediatez, pero sin perder ese toque que le da estar elaborado con las cepas más viejas (de más de sesenta años de media) con nueve meses de crianza en barrica y medio año de estancia en botella.

 

Mis apuntes: Recién salido al mercado, yo caté este vino en formato doble, es decir litro y medio, lo que se llama mágnum. Los mágnums son ideales para comidas familiares, encuentros con amigos, pero hay que tener en cuenta que, al tener una capacidad mayor, envejecen más lentamente. Esto es muy bueno para nuestra "vinoteca", ya que se conservan durante más años estupendamente, pero también conlleva que si es un vino recién salido al mercado, va a estar menos redondito que su hermano de 75 cl. Me encontré con un tinto en el que se nota ese trabajo de búsqueda de frescura y fruta, un vino "facilón", de los que te bebes sin darte cuenta, pero que conserva todas las señas de la mencía, con ese fondo de pimienta, clavo, la madera en forma de regaliz... Al mágnum le hacía falta más reposo (que no le dimos) pero, en su versión normal, que había catado un par de meses antes, encontraréis una boca sedosa, con mucha más fruta si cabe.

 

Cuándo tomarlo: Si es en doble formato, dale un año al menos. Si es en 75 cl (lo normal), bébetelo ya.

 

Con qué tomarlo: Allá que vamos con armonías regionales, que ya sabéis que me encantan. Una cecina leonesa aliñada con un buen aceite de oliva virgen extra y unas almendritas tostadas le van fenomenal y aunque nos vayamos un poco a la derecha, un queso Idiázabal, también.

 

Cuánto cuesta: Cerca de los 30 euros en formato mágnum, 13,50 € en botella convencional.