Un vistazo al mercado y al cementerio de todo lugar que visito es para mí la forma más completa de conocer de qué pie cojean sus gentes. Entiendo que lo de los cementerios puede sonar raro, e incluso puede considerarse una manía mía o resquicios de mi pasado gótico-siniestro (que también) pero estaréis conmigo en que la forma en la que tratamos a nuestros difuntos dice mucho más de nosotros mismos que algunos museos o monumentos.
Pero centrándonos en lo que nos une en este blog, hablemos de mi otro “vicio”. Siempre me paseo por los mercados en busca de alimentos diferentes, en esos pescados que no llegan a las ciudades, si es que veraneamos en la costa; en los quesos y embutidos, en las conservas artesanas, en los panes y pasteles… Y, ante todo, en los vinos. España es vinícola por los cuatro costados, y sin duda encontraremos joyitas que probar. Dicho lo cual, es obvio que mis souvenirs (salvo excepciones kitchs arrebatadoramente bellas) no crían polvo en mi boisserie. De mis rincones de veraneo traigo al hogar ricas viandas y vinos para alargar esa sensación veraneadora que tanto gusta y ayuda a reducir el síndrome post.
De ahí lo de crear esta sección en la que seleccionar, poco a poco, los vinos que más me han gustado durante mis vacaciones. Son selecciones personales, porque esto es un blog y mando yo, pero el fin es guiaros en el proceloso mar de los vinos locales. Vinos para tomar allí pero también para atesorar en nuestra vinoteca, porque desgraciadamente, muchos de ellos no tienen distribución y es casi imposible encontrarlos lejos de su origen. Así, cuando nos los bebamos, ya tendremos otra excusa para volver. Espero que os sea útil. Y que os gusten, claro.