Querido Diario

Recuerdo la primera vez que me regalaron un diario. Tendría yo seis años, enfermé de paperas y me aburrí muchísimo durante la convalecencia, sin poder jugar con nadie (tengo hermanos pero me llevo tantos años con ellos que en ese sentido crecí como si fuera hija única). En fin, tenía seis años, paperas y un diario. Lo que se traduce en que empecé con muchas ganas y unas faltas de ortografía horrendas a rellenar esas mágicas páginas en blanco. La fiebre del diario me duró lo mismo que, salvo mi afición al vino y la lectura, han durado todos mis hobbies. Poco, muy poco. Todo esto te lo cuento, querido diario, porque yo le voy a echar ganas y voy a intentar ser constante, pero no firmo por ello. Ya tengo cuarenta y me conozco bastante bien. Para qué te voy a engañar a tí, que eres mi yo. O algo así.

En resumen, quiero plasmar aquí esas impresiones, análisis y sobre todo críticas, que surgen en mi cabeza en torno a este universo, mi mundo de los alcoholes y la gastronomía. Adelante, este diario no tiene cerrojo.