La navarra Arínzano, situada en un enclave privilegiado entre La Rioja y Burdeos, es la primera bodega "norteña" que ha conseguido el título de DO Vinos de Pago. Una propiedad al más puro estilo chateâu, en la que se engloba un paisaje espectacular, el diseño de Moneo en la bodega y una viticultura muy respetuosa en el campo, con el fin de dejar hablar al terruño. La que fuera la "niña mimada" de los Chivite, fue vendida por la familia al grupo Stoli (los del vodka, sí) hace un par de años. Con Manuel Louzada en la dirección enológica, conocido en nuestras tierras por tomar el relevo de los Numanthia cuando la bodega fue comprada por Louis Vuitton, han conseguido una gama de vinos muy interesantes.
Mis favoritos son dos vinos completamente diferentes entre sí. Un chardonnay de guarda y un rosado para disfrutones.
El Blanco Gran Vino Arínzano 2010 es un vino para ocasiones muy especiales y para guardarlo como oro en paño en tu vinoteca. Es el blanco de guarda de la bodega, y en mi opinión se encuentra en el podio de los mejores blancos de España. Complejísimo, lleno de matices, con todo el poder del terruño, es mineral, fresco, largo, untuoso, de acidez perfecta... un amor de vino que cuesta lo que cuesta, 60 euros la botella. ¿Merece la pena pagarlo? Al español le cuesta gastarse este dinero en un blanco, porque asocia esta categoría con vinos de consumo rápido, sencillos y agradables para comer con el pescadito. Si eres de ese tipo de bebedor, este no es tu vino y no, no te merece la pena comprarlo. El chardonnay de guarda de Arínzano pertenece a otra liga de vinos, a la categoría absoluta, donde los colores no importan, las prisas se dejan fuera y se lleva uno el vino a la copa con el firme propósito de disfrutar... y luego ya, si eso, pedimos algo de comer. Es el vino con el que Louzada, actual enólogo de la casa, se enamoró de esta bodega. Contando con este potencial, ¿qué no podrá hacer este hacedor de vinos que lo mismo se atreve con un tinto de Toro que con un espumoso, un oporto o un malbec? Aún no podemos saberlo, pero podemos hacernos una idea catando la segunda añada del rosado que ha creado Manuel.
Como mi fama de "pinklady" es de sobra conocida, me invitaron a la presentación de la segunda añada del rosado de Arínzano. Una "puesta de largo" espectacular para la que escogieron un sitio súper especial y exclusivo: las azoteas del Hotel Wellington. Tras atravesar las entrañas de este mítico hotel madrileño, se llega a los tejados, acondicionados con un pequeño huerto urbano en el que tomates y fresas conviven con las viñas que ha plantado a su antojo el bodeguero riojano Fernando Remírez de Ganuza. Estoy segura de que en breve se convertirá en el lugar de moda para eventos varios. Así que si os invitan, un único consejo: chicas, no os pongáis faldita, que el viento campa a sus anchas en las alturas.
En esta ocasión los vinos protagonistas fueron los Arínzano y más concretamente, su rosado. El Arínzano Rosado es la primera incorporación al portfolio de la bodega que ha realizado Manuel Louzada, quien cada vez conoce mejor el viñedo de la propiedad, algo que se hace patente en este 2016 que le ha salido... redondo. Me contaba Manuel que, recorría las viñas en su coche, con la música de su amada Patsy Cline sonando de banda sonora, cuando llegó a una parcela de tempranillo en altura que llamó su atención. Las uvas contaban con una mayor acidez que en otras parcelas, y pensó inmediatamente que esas viñas habían nacido con un solo propósito: ser las mamás de un rosado fresco, juvenil, disfrutón pero con carácter. Y se puso manos a la obra. Ahora nos presenta la que es ya su segunda cosecha de este vino, un segundo año en el que Manuel demuestra cómo se está fundiendo con el terruño navarro, con un vino que le ha salido especialmente disfrutón.
Rosado Hacienda de Arínzano 2016. DO Tres Riberas. 100% Tempranillo.
Mis apuntes de cata: Con un llamativo y vivaz color rosa frambuesa, de este 2016 destacaría que se muestra más madurito que la añada anterior, con una acidez muy bien equilibrada. En nariz encontraremos aromas a fresa ácida, pomelo rojo y un fondo floral y de pimienta blanca, muy fragante y delicado. En boca quiero hablar de su excepcional armonía: es fresco, elegante, bien conjuntado, con mucha fruta, resultando "peligrosamente" fácil de beber. Un rosado de esos que te tomas una y otra copa sin apenas darte cuenta, mientras la música suena de fondo y tú hablas y hablas y te ríes... y se te hace tardísimo y Julia te espera en casa para el beso de buenas noches...y al fin, te decides a poner fin a tu tarde de azoteas y vida en rosa.
Con qué me lo tomo: Con un roll de salmón ahumado y crema de eneldo.
Cuándo me lo tomo: Ahora está excepcional y aguantará perfectamente hasta la primavera... y más.
Cuánto cuesta: 14 euros
La Banda Sonora: No podía ser otra que el Crazy de la gran Patsy.