Reconozco que uno de mis pasatiempos favoritos es crear playlist temáticas según mi estado de ánimo: música para días de sol, para días de lluvia, de primavera, de otoño, playlist rojas, azules, amarillas, calientes o frías... En realidad no sé si es un tema conceptual o de mera forma, pero lo de poner etiquetas me mola. Lo mismo me sucede, ¡cómo no! con los vinos, y cuando cato, me imagino la situación en la que me lo bebería: en una mesa con amigos, a orillas del mar, en el sofá viendo una peli... Así que cuando llegó a mi mesa de cata este canto a la lluvia, me hizo feliz. Ya no tenía que pensar en qué playlist lo metería, ¡lo habían hecho por mí! Pero claro, ¿y si el continente no se correspondía con el vino otoñal, lluvioso, con aromas a hojas secas y a tierra húmeda que yo me esperaba? Había que probarlo, y hacerlo, claro está, en Día Lluvia, cuando iba a encontrarse en buena armonía con su entorno. Plic, plic, plic, suena la lluvia contra el ventanal. Plic, Plic, Plic, leo en una etiqueta joven, de cómic, encantadora y buenrollista, obra, como todo lo que llega desde esta bodega, del artista Pere Joan.
Terra de Falanis es la bodega artífice de este tinto que, como los otros hermanos de la casa (los también divertidísimos Bla, Bla, Bla o Muac!), sigue la filosofía de respeto al entorno, autenticidad y elaboración con uvas locales. Porque para entenderles hay que saber dónde se encuentran sus raíces.
Y éstas están en el Montsant, ese "monte santo" que es la otra cara de la moneda del Priorato. Una Denominación de Origen muy muy joven, con quince años de actividad a sus espaldas, pero que en ese tiempo han sabido hacerse un hueco, tanto en la mente de los prescriptores, como en la de los consumidores. En ella conviven cooperativas y pequeñas bodegas, pero todos ellos apuestan por las variedades locales: garnacha y cariñena principalmente, coincidiendo en su profundo respeto al entorno. Tanto es así, que han presentado una candidatura para que el peculiar paisaje de la comarca sea patrimonio de la UNESCO. Y es que, quizá precisamente por esa juventud, han sabido darse cuenta de que lo que les hará sobrevivir será el ser diferentes, el ser auténticos, y eso solo se consigue permitiendo que en los vinos hable el terruño y lo haga en la lengua local, la de sus uvas de toda la vida.
Mis apuntes: Elaborado con uvas garnacha, cariñena y un toque de syrah, puede recordarnos en algunos aspectos a sus hermanos del Priorat, pero en una versión más fresca y muy mediterránea. Es un vino intenso, profundo, con poderío, pero muy agradable y equilibrado. Si te gusta, com a mí, lo de sacarle registros "dándole a la copa", a mí me recordó mucho a las hierbas aromáticas del estilo del romero y del tomillo, con muchos aromas frutales maduritos y ese toque terruñero, de minerales mojados, de hojas secas, que sí, me pareció muy de paraguas y otoño. Lo que me gustó fue su frescura, su sedosidad peor al tiempo robustez, con todo muy bien fundido en un vino disfrutón.
Su momento: Tiene seis meses de barrica, así que aunque no es un largo recorrido, puedes tomarlo desde ahora hasta dentro de 3 años sin problema.
Con qué me lo tomo: Se me antoja con unas chuletillas al sarmiento, o un guiso de patatas.
Lo que cuesta: sobre los 11 euros.
La BSO: Los ruiditos con los que empieza esta canción me recuerdan a alegres gotas de lluvia chocando contra los cristales. Porque una tarde pasada por agua no tiene porqué ser tristona... sobre todo si hay buena compañía y una botella de vino de por medio. Y ese es mi caso.